Sin duda alguna, La Agonía de Rasu Ñiti, es una de la obras literarias escritas por José María Arguedas, que expresa de forma clara y concisa la lucha de una comunidad para resaltar sus tradiciones. Por ello, en este artículo te invitamos a leer más sobre este libro, a través del resumen de La agonía de Rasu Ñiti.
Asimismo, podrás conocer personajes y síntesis literarias que te ayudaran a entender más a fondo lo que quiso decir el autor de la obra, por medio de identidades e iniciaciones culturales. ¡No puedes perderte ningún detalle!
¡Sigue leyendo para conocer más acerca del resumen de La agonía de Rasu Ñiti!
TABLA DE CONTENIDO
Resumen corto de La agonía de Rasu Ñiti
«La Angustia de Rasu Ñiti» es una escena de danza expresiva, con la danza del artista de tijeras (Dansak: artista): «Rasu Ñiti», que pulveriza el día libre, la imagen sobrenatural de los que van a este último movimiento, donde el oficiante, el dansak «Rasu Ñiti», es envuelto por las ricas prendas que lo reconoce: el tapavala.
Ya que, la música que acompaña al dansak «Rasu Ñiti» se siente en diferentes resonancias, y es interpretada por «Lurucha», el arpista, y Wear Pascual, el músico. «Rasu Ñiti» yacía en el suelo de su habitación, sobre una cama de cuero.
Por la ventana solitaria, cerca del mojinete, entraba la luz del día, reluciendo sobre una piel de vacuno que colgaba de uno de los ejes del techo, y la sombra creada caía a un lado de la cama del artista.
A pesar de la penumbra del clima, era concebible reconocer las ollas, los sacos de patatas, las virutas de vellón e incluso los conejillos de indias cuando salían de sus aberturas bastante asustados e investigaban pacíficamente.
En el momento en que sintió que había llegado el momento, se levantó y tuvo la opción de llegar a la jarra de piel de vaca en la que guardaba su traje dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.
La pareja de la artista y sus dos hijas, que estaban pelando maíz en el pasillo, corrieron hacia la entrada de la habitación cuando escucharon el sonido de las tijeras con mayor claridad. Descubrieron a «Rasu Ñiti» que se estaba metiendo en su abrigo adornado con espejos.
El artista solicitó que su pareja llamara «Larucha» y vistieran a Pascual, a la luz de que su corazón le acababa de advertir que había llegado el segundo cuando necesitaba conseguir al Wamani (Señor de la montaña que aparece en la figura de un cóndor).
«Rasu Ñiti» sintió que el Wamani le hablaba directamente al pecho; sin embargo, su media naranja no pudo oírlo. La dama se inclinó ante el dansak y le abrazó los pies. En ese momento estaba usando toda su placa, una parte de la sien cubierta con un pañuelo blanco.
La seda azul de su abrigo, los espejos, la textura roja de sus jeans copiados bajo el rayo limitado del sol que brillaba en la sombra de la choza que fue hogar del indígena Huancayre, el increíble dansak «Rasu Ñiti», cuyo La presencia era normal, prácticamente se temía y era la luz de las fiestas de muchos pueblos.
En el momento en que la artista le preguntó si veía el Wamani en su cabeza, ella respondió que sí, que estaba oscuro y que la mancha blanca en su espalda la consumía.
El tumulto de las personas que acudieron a la casa del artista fue en ese momento extremadamente cercano. En el momento en que regresaron las chicas del artista, que habían ido a llamar «Lurucha» y Wear Pascual, Pedro Huancayre el increíble dansak «Rasu Ñiti», a partir de ahora tenía el pañuelo rojo en la mano izquierda.
Su rostro delineado por el tejido blanco, prácticamente fuera de su cuerpo, se destacó sobre la base de que todo el traje de sombras y luces, y la extraordinaria gorra lo rodeaba, se debilitaron para iluminarlo, su rostro incoloro básicamente no tenía apariencia.
Solo sus ojos estaban sangrados como en un mundo, entre las sombras del traje y la naturaleza inflexible de los músculos. «Rasu Ñiti» comenzó a tocar las tijeras. En el momento en que Lurucha, el arpista del dansak, apareció tocando y la fina luz del acero era profunda; Wear Lo siguió Pascual, el violinista.
El Lurucha, quien constantemente dirigió al equipo, hizo detonar los hilos de alambre y las tripas con su uña de acero.
Detrás de los artistas caminaba un joven: «Atok Sayku», el devoto de «Rasu Ñiti». Se había vestido excesivamente; sin embargo, no contactó con las tijeras.
«Rasu Ñiti» vivía en un pueblo cerca de veinte familias. Las grandes ciudades estaban a un par de clases de distancia. Después de los artistas vino una pequeña reunión de individuos. En el momento en que «Rasu Ñiti» sintió que el final se acercaba, le pidió al arpista que tocara.
Autor
Sus padres fueron el abogado cusqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, quien ocupó el cargo de autoridad designada en diferentes localidades de la localidad, y Victoria Altamirano Navarro.
En 1917 su padre se casó en un matrimonio posterior (la madre había fallecido tres años antes), y la familia se mudó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas.
Sol en poco tiempo, el padre fue excusado como autoridad designada por razones políticas y tuvo que ocupar el puesto de consejero legal nómada, dejando a su hijo bajo la atenta mirada de su madrastra y su hijo, que lo consideraban un trabajador.
En 1921 se escapó con su hermano Arístides del abuso de su hermanastro. Se asilaron en la hacienda Viseca, donde vivieron por mucho tiempo en contacto con los indígenas, comunicándose en su idioma y aprendiendo sus tradiciones, hasta que en 1923 los consiguió su papá, quien los llevó de viaje a diferentes pueblos y ciudades. zonas de montaña, por último ponte cómodo en Abancay.
A raíz de terminar sus investigaciones opcionales en Ica, Huancayo y Lima, en 1931 ingresó a la Fuerza Laboral de Letras de la Universidad Nacional líder del Ayuntamiento de San Marcos de Lima para considerar la escritura.
En algún momento entre 1932 y 1937 se desempeñó como asistente del centro de Correo Focal de Lima, sin embargo perdió su puesto cuando fue capturado por participar en una exposición suplente para la República Española.
A raíz de pasar cerca de un año en la cárcel El Sexto, fue seleccionado educador de español y topografía en Sicuani, en la división de Cuzco, situación en la que encontró su trabajo como etnólogo. En octubre de 1941 fue agregado al Servicio de Instrucción para ayudar al cambio de programas educativos escolares opcionales.
Luego de dirigirse a los instructores peruanos en el Congreso Entre Nativos Americanos de Pátzcuaro (1942), continuó su labor como educador español en las escuelas públicas Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta que en 1949 fue excusado de ser visto como comunista.
Personajes
- Pedro Huancayre o Rasu Ñiti («Que aplasta nieve») un veterano danzante de tijeras o dansaq. Vive en una pequeña aldea de los Andes, junto con su familia, dedicado a las labores agrícolas.
- La esposa de Rasu Ñiti.
- Las hijas de Rasu Niti, muchachas que ayudan en las tareas domésticas del hogar.
- Atuq Sayku («Que cansa al zorro»), joven discípulo de Rasu-Ñiti.
- Lurucha, el arpista de Rasu-Ñiti
- Don Pascual, el violinista.
- Wamani o el espíritu de la montaña que se manifiesta en forma de cóndor.
Argumento
Cuando dansak «Rasu-ñiti», que está a punto de fallecer, informa que está preparado para realizar la danza de las tijeras y comienza a vestirse con los brillantes atuendos de un artista, tenemos la impresión de ir a una misa estricta donde, el clérigo lleva los adornos sacrosantos. En ese momento llega Lurucha, el arpista; Viste pascual, el músico y los vecinos para acompañarlo.
El eje central es el baile que realiza el fulminante «Rasu-ñiti», así como su maravilloso toque antes de cada nuevo paso de baile que le ofrecen los artistas.
La ceremonia termina con la desaparición del artista y el inicio de su devoto y su reemplazo «AtokSayku»; que comienza a representar su organización ante el cadáver del dansak. Los devotos de esta estricta ceremonia aceptan que encuentran en las partes inactivas restantes del «Rasu-ñiti» expirado, el alma del asombroso Wamani.
Análisis Literario de La agonía de Rasu Ñiti
Según Vargas Llosa, esta excelente historia consolida de manera sobresaliente la comprensión argumentada de la cultura andina. La historia transmite un rico abanico de imágenes e implicaciones sobre lo que Arguedas necesitaba encontrar en el mundo andino: una cultura que ha resguardado su estricto centro de hechicería familiar y que extrae su solidaridad de un DI con una naturaleza energizada de seres y espíritus divinos que muestran ellos mismos a través de la danza y el canto.
La danza de las tijeras
La danza de las tijeras es un lugar común de las ramas de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Es una danza tremenda rebosante de volteretas y avances problemáticos ejecutados al ritmo del arpa y el violín. Los artistas o dansaqkuna usan conjuntos excepcionalmente llamativos, realzados con espejos, plumas y tejidos.
Como indica Arguedas, este baile es de causa hispana pero el público quechua lo acogió y lo incorporó tanto a su legado social que hoy parece ser un elemento obvio de su personalidad.
Según la visión andina, el cuerpo del dansaq ‘alberga espíritus (wamanis): de una montaña, de un acantilado, de una caverna, de una cascada de arroyos, de un novato e incluso de un insecto. Toda la naturaleza está vivificada, todo son envolturas de espíritus.
Los artistas son los mediadores con el otro mundo, representantes de los poderes sobrenaturales de la naturaleza. En el momento en que un dansaq ‘muerde el polvo, el alma o wamani se traslada a su reemplazo, garantizando posteriormente la progresión de esta estricta tradición de otro mundo.
Mensaje
El artista de la tijera patea el balde en silencio, ya que se da cuenta de que ha mantenido fielmente su carácter y ha garantizado la perdurabilidad de la cultura andina. El servicio de su desaparición es simultáneamente el comienzo del nuevo dansaq (artista) de la ciudad, en una costumbre que representa la coherencia de la muerte y el nacimiento en la naturaleza y en los cultivadores de la tradición.
Seguidamente, el mensaje que nos trasmite es la lucha tenaz de la cultura andina por no desaparecer.
Frases de La agonía de Rasu Ñiti
— Madre ¿has oído? ¿Es mi padre, o sale ese canto de dentro de la montaña? —preguntó la mayor.
—¡Es tu padre! —dijo la mujer.
— ¡Esposo! ¿Te despides? — preguntó la mujer, respetuosamente, desde el umbral. Las dos hijas lo contemplaron temblorosas.
—El corazón avisa, mujer. Llamen al “Lurucha” y a don Pascual. ¡Qué vayan ellas!
—Bueno. ¡Wamani2 está hablando! —dijo él— Tú no puedes oír. Me habla directo al pecho. Agárrame el cuerpo. Voy a ponerme el pantalón. ¿Adónde está el sol? Ya habrá pasado mucho el centro del cielo.
—Ha pasado. Está entrando aquí. ¡Ahí está!
Sobre el fuego del sol, en el piso de la habitación, caminaban unas moscas negras.
—Tardará aún la chiririnka3 que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando.
—Está —dijo—. Está tranquilo.
—¿De qué color es?
—Gris. La mancha blanca de su espalda está ardiendo.
—Así es. Voy a despedirme. ¡Anda tú a bajar los tipis de maíz del corredor! ¡Anda!
—¿Ves al Wamani en la cabeza de tu padre? —preguntó la mujer a la mayor de sus hijas.
Las tres lo contemplaron, quietas.
—No —dijo la mayor.
—No tienes fuerza aún para verlo. Está tranquilo, oyendo todos los cielos; sentado sobre la cabeza de tu padre. La muerte le hace oir todo. Lo que tú has padecido; y lo que has bailado; lo que más vas a sufrir.
—¿Oye el galope del caballo del patrón?
—Sí oye —contestó el bailarín, a pesar de que la muchacha había pronunciado las palabras en voz bajísima—. ¡Sí oye! También lo que las patas de ese caballo han matado. La porquería que ha salpicado sobre ti. Oye también el crecimiento de nuestro dios que va a tragar los ojos de ese caballo. Del patrón no. ¡Sin el caballo él es sólo excremento de borrego!
El arpista cambió la danza al tono de Waqtay (la lucha). “Rasu-Ñiti” hizo sonar más alto las tijeras. Las elevó en dirección del rayo de sol que se iba alzando. Quedó clavado en el sitio; pero con el rostro aún más rígido y los ojos más hundidos, pudo dar una vuelta sobre su pierna viva. Entonces sus ojos dejaron de ser indiferentes; porque antes miraba como en abstracto, sin precisar a nadie. Ahora se fijaron en su hija mayor, casi con júbilo.
—El dios está creciendo. ¡Matará al caballo! —dijo.
Le faltaba ya saliva. Su lengua se movía como revolcándose en polvo.
—¡“Lurucha”! ¡Patrón! ¡Hijo! El Wamani me dice que eres de maíz blanco. De mi pecho sale tu tonada. De mi cabeza.
Y cayó al suelo. Sentado. No dejó de tocar las tijeras. La otra pierna se le había paralizado.
Con la mano izquierda sacudía el pañuelo rojo, como un pendón de chichería en los meses de viento.
“Lurucha”, que no parecía mirar al bailarín, empezó el yawar mayu (río de sangre), paso final que en todas las danzas de indios existe.
¡Éxito con el resumen de la Agonía de Rasu Ñiti!