Platero y yo es una obra narrativa, escrita por el autor Juan Ramón Jiménez, en la cual se relatan las anécdotas, vida y muerte de Platero, un burrito singular.
La importancia de las obras de Jiménez, en especial de Platero y yo, es que representan la transición de la narrativa del modernismo y de todas las corrientes posteriores, para realizar un texto que supere la tendencia romántica, modernista y superficial, para invocar las experiencias y emociones reales.
Veamos, a continuación, cómo se manifiesta esto a través de un resumen y análisis del libro.
TABLA DE CONTENIDO
Resumen corto de Platero y yo
La obra Platero y yo trata sobre la vida de un burro muy querido llamado Platero. Este asno está bajo el cuidado de un jovencito que lo quiere y lo trata como si fuese su mejor amigo.
Por diversas razones, entre ellas la muerte de sus familiares, este muchacho no confía en las demás personas. Por tanto, Platero se convierte en su mejor amigo y confidente.
Este relato es muy particular y no se desarrolla como el resto de las novelas, por ello no se puede ofrecer un resumen como tal. Sin embargo, sí se puede exponer que, a lo largo de toda la historia y de los capítulos, escritos en prosa, se plasma la relación que existe entre el niño, Platero y los demás personajes.
El narrador, quien se considera que es la voz del autor, relata constantemente todo lo que sucede, hace o piensa, bien sea que se encuentre al lado de Platero o no. Constantemente transmite su cariño y devoción por el tan encantador burro, al que todos los niños quieren.
Las breves historias narradas a lo largo del texto exponen diversas situaciones de la vida cotidiana que afectan a las personas de diferentes maneras. Finalmente, Platero muere y el narrador describe cómo es el entierro y continúa hablando de él aunque no se encuentre a su lado.
Análisis
Platero y yo es un libro que consta de 138 capítulos bastante breves, apenas superan las dos páginas.
La narración no tiene un orden cronológico. Los capítulos recopilan y exponen las experiencias y recuerdos vividos, que van y vienen, entre Platero y el narrador.
La narrativa del autor, Juan Ramón Jiménez, en Platero y yo, se caracteriza por la gran cantidad de detalles, descripciones y uso de recursos literarios empleados a lo largo del texto. Estos recursos invitan al lector a ir más allá de la simple imaginación de cómo son los escenarios y de cómo ocurrieron los hechos.
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Algunos especialistas opinan que el relato es una especie de diario en el cual Jiménez expone parte de su vida durante la infancia, su forma de pensar y de actuar.
No obstante, el libro no es un diario, aunque sí puede que refleje muchas experiencias propias del autor a lo largo del texto.
Por tal razón, son muchos los lectores y especialistas en literatura que opinan que la obra no es un texto fácil o simple de digerir como lectura infantil, ya que trata sobre temas de la vida, la amistad, la muerte, la enfermedad, los miedos, e, incluso, las añoranzas de compartir con un ser querido que no está cerca.
A lo largo de la narración, el autor describe cómo es la relación del narrador (yo) con Platero, y cómo este singular burro se relaciona con otras personas y animales. También cabe destacar que los hechos relatados transcurren en primavera y culminan en invierno.
Otro aspecto a resaltar de Platero y yo es que el autor hace uso de un amplio y rico vocabulario. En algunos casos, Juan Ramón Jiménez emplea palabras inventadas y expresiones típicas andaluzas.
Además, hace constante uso de los recursos literarios a fin de enriquecer la imaginación del lector, descripción tras descripción, a través de diversos adjetivos.
Autor
Juan Ramón Jiménez nació el 23 de diciembre de 1881 en la casa número dos de la calle de la Ribera de la localidad onubense de Moguer. Era hijo de Víctor Jiménez (natural de Nestares, La Rioja, viudo con una hija llamada Ignacia de un primer matrimonio con Emilia Velarde, pariente del escritor José Velarde) y Purificación Mantecón López-Parejo, quienes se dedicaban con éxito al comercio de vinos. En 1887 sus padres se trasladan a una antigua casa de la calle Nueva y cursa primaria y elemental en el colegio de Primera y Segunda Enseñanza de San José.
En 1891 aprueba con calificaciones de sobresaliente el examen de Primera Enseñanza en el Instituto «La Rábida» de Huelva. En 1899 estudia Bachillerato en el colegio de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María, y obtiene el título de Bachiller en Artes. Se traslada a Sevilla, en 1896, para ser pintor, creyendo que esa es su vocación.
Allí frecuenta la biblioteca del Ateneo sevillano. Escribe sus primeros trabajos en prosa y verso. Empieza a colaborar en periódicos y revistas de Sevilla y Huelva. Comenzó la carrera de Derecho impuesta por su padre en la Universidad de Sevilla, aunque la abandona en 1899.
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En 1900 se trasladó a Madrid y publicó sus dos primeros libros de textos, Ninfeas y Almas de violeta. La muerte de su padre en este mismo año y la ruina familiar, confirmada cuando él y su familia perdieron todo su patrimonio embargado al fallar el Tribunal Supremo a favor del Banco de Bilbao, le causaron una honda preocupación, vivida intensamente a causa de su carácter hiperestésico, algo neurótico y nefelibata (con este adjetivo lo definió Rubén Darío), y en 1901 será ingresado con depresión en un sanatorio en Burdeos, regresando a Madrid, posteriormente, al Sanatorio del Rosario.
Su primer amor fue la idealizada Blanca Hernández Pinzón, la «novia blanca» de sus versos, pero pronto el poeta se convertirá en todo un donjuán; los 104 poemas de sus Libros de amor (1911-1912) consignan aventuras con mujeres solteras, casadas, con una norteamericana madre de una hija, con la esposa del psiquiatra que atendió su depresión tras la muerte de su padre «y sí, hasta monjas», como proclama su editor en 2007, José Antonio Expósito.
En 1902 publicó Arias tristes e intervino en la fundación de la revista literaria Helios. También abandonó el Sanatorio del Rosario y se trasladó al domicilio particular del doctor Luis Simarro. Ya en 1904 publicó Jardines lejanos.
En 1905 regresa a su pueblo natal a causa de los problemas económicos por los que atravesaba su familia, residiendo en la casa de la calle Aceña.
Este periodo coincide con la etapa de mayor producción literaria, donde figuran, en la Segunda Antología Poética (terminada de imprimir en 1922), los libros en verso: Pastorales (1903-1905); Olvidanzas (1906-1907); Baladas de primavera (1907); Elegías (1907-1908); La soledad sonora (1908); Poemas májicos y dolientes (1909); Arte menor (1909);
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Poemas agrestes (1910-1911); Laberinto (1910-1911); Melancolía (1910-1911); Poemas impersonales (1911); Libros de amor (1911-1912); Domingos (Apartamiento: 1) (1911-1912); El corazón en la mano (Apartamiento: 2) (1911-1912); Bonanza (Apartamiento: y 3) (1911-1912); La frente pensativa (1911-1912); Pureza (1912); El silencio de oro (1911-1913) e Idilios5 (1912-1913), todos escritos durante su estancia en la casa.
En Madrid, gracias a Gregorio Martínez Sierra y a María Lejárraga, conoce en 1903 a una elegante y culta norteamericana, Luisa Grimm (1878-1960), casada con el rico español Antonio Muriedas Manrique de Lara, quien tenía intereses económicos en México.
Juan Ramón Jiménez se enamora de Luisa Grimm, incluso le insinúa la posibilidad del matrimonio, que la estadounidense rechazó, y mantiene una copiosa correspondencia con ella entre 1907 y 1915.
Grimm, gran amante de la poesía, le dará a conocer a Jiménez muchos textos líricos escritos en inglés, especialmente de autores del Romanticismo, que entonces eran poco conocidos en España. En 1912, Jiménez empieza a traducir con ayuda del institucionista Alberto Jiménez Fraud el Himno a la belleza intelectual de Shelley, que publicará en 1915.
Matrimonio con Zenobia Camprubí
Conoce a Zenobia Camprubí Aymar en 1913 y se enamora profundamente, aunque el noviazgo fue difícil. En 1914 es nombrado director de las Ediciones de la Residencia de Estudiantes por su amigo Jiménez Fraud y traduce para esta editorial la Vida de Beethoven de Romain Rolland.
Hizo varios viajes a Francia y luego a Estados Unidos, donde en 1916 se casó con Zenobia Camprubí Aymar. Este hecho y el redescubrimiento del mar será decisivo en su obra, escribiendo Diario de un poeta recién casado
Personajes
Los personajes principales de la obra Platero y yo, son el narrador (yo) y Platero, el burro.
“Yo” es el narrador de la historia, relata y describe todo lo que ocurre a lo largo del texto. También expone como es y cuánto quiere a Platero. Por su parte, el narrador (yo) se presenta como un joven “vestido de luto, de barba nazarena y un breve sombrero negro”.
Platero es el burro del narrador. Su nombre deviene de la expresión “burros de plata”, la cual era utilizada para señalar a ciertos tipos de asnos de la comunidad autónoma de Andalucía (España). En el texto se describe a Platero como:
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
No obstante, a lo largo del libro aparecen más personajes pero con poca participación. Entre ellos, el loro, la perra Diana, el perro sarnoso, los niños, el canario verde, la cabra, la novia, entre otros animales y personas.
Argumento
El argumento del libro es la recreación de las vivencias, recuerdos e impresión que tiene el escrito sobre su Moguer natal, en el mismo logra plasmar sus paisajes, su gente, sus creencias y costumbre de tipo popular, siempre al lado de su burro con el cual habla constantemente como si fuera un ser humano real, lo considera su amigo y fiel compañero.
Cada uno de los capítulos de la obra es independientes pero siguen el hilo conductor del narrador a través del paso de las diversas estaciones climáticas de la ciudad. El escritor quiso dejar claro que el trabajo de los burros en la ciudad era de suma importancia.
La obra se sustenta en dos bases primordiales, la primera es la naturaleza concreta del pueblo, el cual lo va reflejando en la obra como si fuesen anécdotas. Y otro era el problema de la educación, que para esa época se basaba en la Institución libre de la enseñanza.
La obra como tal es un ejemplo de enseñanza, ya que se funde el pasado y el presente del poeta y escritor para que sirviera de modelo de enseñanza a los niños a través de la figura de Platero. En la literatura el uso de animales como personajes en una obra se llevan al mundo de las fábulas, pero en el caso de Platero y yo se establece una intermediación entre el yo y la realidad exterior.
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Juan Ramón Jiménez hizo el libro en base a su propio mundo y en donde hay un aislamiento de la sociedad que estaba a su alrededor. A través de ellos se pueden establecer relaciones con el mundo externo y llevar sus impresiones al libro, para que así fuesen conocidas por todos.
Describe el dolor físico y moral a través de las injusticias sociales que tuvo de sus propias experiencias, para establecer comportamientos y costumbres de las personas, para poder llegar a hacer una reflexión sobre los grandes problemas de la humanidad de esa época.
Al comienzo de la obra, el burro Platero es como un juguete en la que el autor volcó toda la ternura, con el entabla un dialogo el cual le da respuestas de forma lírica y de humanización de las cosas, objetos y animales. Quizás te pueda gustar la lectura de Lazarillo de Tormes.
Esperamos que toda la información que le hemos dado en este artículo le haya sido de su interés al momento de internarse en la lectura de platero y yo.